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Relato erótico

 

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LA MANO 

Sentada frente a mí en aquel vagón no apartaba su mirada de mis ojos. Me incomodaba profundamente. Una mirada fría y sin emociones que únicamente desvió para señalar el asiento vacío que había a su lado. Me cambié de sitio colocándome a su derecha con la única intención de perder de vista esos ojos que me acechaban.
 
Por algún instinto que no reconocí, dejé caer mi mano sobre su pierna y la hice retroceder con lentitud hasta la altura de su estómago para luego bajar. Notaba la dureza de su pezón apretando mi brazo mientras ella seguía con la mirada fija al frente. Tal vez ese leve movimiento de sus labios significaba una sonrisa.
 
Mi mano, la mano, avanzaba lentamente al mismo tiempo que ella entreabría sus piernas hasta que llegó abajo del todo y notó que no había interferencias de otras telas. No llevaba ropa interior y por un momento se detuvo.
 
Cuando el tren se puso en marcha de nuevo, la mano humedecida que habitaba bajo sus ropas, abría lentamente unos labios verticales dejando penetrar algunos de sus dedos por la abertura que ya no ofrecía obstáculos. En la siguiente parada, la mano exploradora había recorrido el trayecto circular de su pierna y se encontraba en su nalga, buscando otro hueco que explorar. Otro movimiento casi imperceptible de la mujer dejó claro que esta nueva ubicación también le gustaba, abrió ligeramente sus rodillas y separó un poco más los muslos para facilitar el acceso a los inquietos dedos que no dejaban de moverse.
 
Y fue ella la que, presionando la mano con su cuerpo para mantenerla quieta, se aprovechó de los dedos para frotarse repetidamente hasta que un mar de líquido caliente la cubrió por completo.


 

Afrodita

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