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LA FELACIÓN PERFECTA
Anoche lo conseguí, conseguí hacer por primera vez una felación perfecta. Entiéndase por perfecta, (según dicen algunos expertos en la materia) aquella que se hace de principio a fin sin utilizar las manos en el proceso, únicamente puedes usarlas para generar más placer en otras zonas.
Empezaré por contaros que era una de esas noches en las que no me apetecía mucho salir pero la insistencia de mis amigos hizo que me decidiera, por lo que me vestí con desgana usando una camiseta negra sin mucho glamour y unos viejos vaqueros rotos por todas partes. Y allí me presenté, estaban todos en un local de copas cercano y apenas estaba alumbrado con velas bien dispuestas por las mesas y en lugares clave, iluminación justa para no beberte el cubata de tu amigo.
Fue nada más llegar, ocurrió casi sin pensarlo y nadie me podría acusar de que fue debido a las copas pues todavía estaba pidiendo la primera en la barra cuando lo vi. Lo primero que pensé fue que era el tipo más guapo del local, ¡qué digo del local! del mundo entero. Tenía un estilo parecido al que yo lucía en ese momento. Me fijé en su cara y en sus ojos color miel para luego bajar hasta sus carnosos labios. El resto del cuerpo no me dio tiempo a contemplarlo como me hubiera gustado porque en ese momento se cruzaron nuestras miradas y, supongo que viendo mi boca todavía abierta por la impresión, dibujó una enorme sonrisa en su cara.
¡Casi me pongo a temblar cuando lo vi acercarse a preguntarme si podía pagar la copa!
Hablamos cerca de quince minutos de las cosas de las que nunca hablarías en un local así, de temas tan interesantes que me hicieron pensar que, además, era el tío más listo del planeta. La locura se apoderó de mí y mi propio deseo me provocó un par de sacudidas en la columna vertebral de mi existencia. Deduje que no era el típico tío que se acostaba con alguien tras un encuentro casual pero, para mí, el hecho de escuchar cada palabra que decía, el proceso de ver esas palabras salir de su perfectos labios, entrar por mis oídos tras el breve trayecto que separaba su boca de mi oreja, analizarlas y archivarlas en mi mente, ya era casi como un orgasmo.
No recuerdo muy bien cómo sucedió todo porque fue muy rápido, solo recuerdo que él estaba disfrutando mucho de la conversación, parecía que sentía lo mismo que yo, aunque mejor dicho sería algo parecido, yo era la única persona del mundo capaz de sentir esas cosas y con esa intensidad.
Volviendo a él, que me pierdo. Mientras le miraba (en estado de semiinconsciencia) sonreír a cada broma que yo hacía sobre su erudita conversación, él dio un paso más y puso su mano sobre mi hombro. Creo que aquí debió notar el calambrazo que me provocó porque acto seguido, bajó su mano, cogió la mía y nos dirigimos hacia la salida. Ahora viene lo que no recuerdo muy bien, sé que paseamos un rato y de repente estábamos sentados en el sofá de su casa.
Bueno, al grano, que me sigo perdiendo en romanticismos que no vienen a cuento. El caso es que a mí siempre me ha gustado el sexo oral y creo que esto es importante a la hora de practicarlo porque si quieres, como yo, hacer la mamada perfecta, te tiene que gustar lo que haces, si no ya te digo que va a ser un fracaso. Así que lo primero que hice fue ponerlo cómodo gracias al enorme sofá en el que estábamos, luego nos besamos largamente, yo estaba al borde del delirio, así que casi sin pensarlo, me arrellané de tal modo que su bragueta quedó a la altura de mi mano, hecho que aproveché para el primer acercamiento: bajársela.
Noté un cierto respingo en él, supongo que por lo inesperado, y fue cuando decidí que ese día la batuta la iba a llevar yo, así que me incorporé un poco y le besé de nuevo, necesitaba humedad en mi boca, la tenía realmente seca, y aproveché el desconcierto para calmarlo.
Chicos, chicas… si queréis hacer esa felación perfecta de la que yo fui intérprete, os recomiendo que tengáis en cuenta algo primordial: ellos tienen tres zonas erógenas que van de la mano, no podría existir la perfección si no le dedicáis el tiempo necesario a cada una de ellas. Son el pene, como bien sabéis, el escroto y el ano, y hay que estimularlo todo. Hacia eso iba yo.
Él intentaba tocarme también pero yo me reconocía sin armas, y el hecho de que pudiera darme más placer del que ya estaba sintiendo me provocaría una caída al vacío en el que no me pensaba desplomar. Había decidido llevar la iniciativa y así lo haría, por lo que me centré en lo que estaba haciendo y busqué más placer en lo que hacía que en lo que recibía. Lo saboreé como nunca lo he saboreado, me centré plenamente en mis actos y olvidé todo lo demás. Mi único objetivo era que este pedazo de bombón no me olvidara nunca.
En cuanto metí su, ya enorme, pene en mi boca, lo primero que hice fue usar esa técnica básica de la que hablan muchos sexólogos, tratando de empezar por el glande e ir lamiendo muy suavemente por la parte interna hasta llegar a la base para volver hacia arriba y repetir. Era pura vida sentir aquello. Él se dejaba hacer y yo me crecía agudizando mi pericia. Empecé a leerle, a ver sus reacciones y a interpretarlas, era la razón de mi vida, entendí que de aquello no podía salir algo mediocre, me estaba divirtiendo mucho y me gustaba, pero veía que a él le gustaba más aún.
Aceleré el ritmo, lo hice subir unas cuantas pulsaciones, empecé a jugar con él, lo frenaba cuando creía que sus latidos se descompasaban y me apresuraba cuando los notaba rítmicos. No quería que eso se acabara nunca así que modifiqué mi posición para poder liberar mis manos y centrarlas en tocamientos inesperados que dieron su fruto. Con una mano acariciaba la zona que hay desde de su ombligo hasta el nacimiento del vello y la otra la coloqué bajo su duro culito buscando el ángulo de acceso a su ano.
Se dejó hacer y creo que ahí fue cuando empezó él a leer mis reacciones ya que modificó también su posición para darme libre acceso. Todo estaba resultando perfecto, pero noté que faltaba algo, una señal me advirtió de que era el momento de llegar al escroto y hacia allí se dirigió mi lengua, que por aquel entonces ya tenía vida propia.
Mi posición junto a él en el sofá hacía que todo fuera más fácil, mi trayectoria más larga, y me dediqué en cuerpo y alma a dar placer a esa criatura que tenía bajo mi cuerpo de la mejor manera que supe.
Desde la hendidura de su glande hasta la base de su escroto, estuve recorriendo su polla durante el tiempo que estimé oportuno. No sabría decirte cuánto. Hacía pequeños circulitos con mi lengua, le daba besitos, incluso algún suave mordisquito, me humedecía la boca a cada sacudida que daba y dejé volar mi imaginación.
Sus ojos hacia rato que estaban cerrados, su respiración era agitada, las sacudidas de su cuerpo me decían que estaba disfrutando enormemente, y yo estaba a punto también, así que puse toda la carne en el asador y modifiqué mi cadencia y manera intentando metérmela toda en la boca hasta que hiciera tope con mi garganta. Solamente necesité unos cuantos movimientos salvajes para que fuera él, el que agarrándose fuertemente a mi cabeza, tomara la iniciativa de mis movimientos y cogiera las riendas.
El resultado fue perfecto. El fruto que había estado macerando durante un rato acabó por estallar dentro de mi boca en forma de líquido caliente, y ver su carita de derrota fue lo más bonito que he visto nunca, nada de amaneceres ni tonterías varias, eso era la cara del placer y la mía la de la satisfacción.
Fui, y sigo siendo, la persona más feliz del mundo, y no sé si fue por mi experiencia o porque sentí desde el principio lo que estaba haciendo, o porque me gustaba tanto o más que a él, o porque él de verdad me hizo enloquecer…, el caso es que sé que no será la última vez que lo consiga y espero que siempre siga siendo en el mismo cuerpo que me volvió loco desde el primer instante.
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