Relato erótico
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IMPORTA, CLARO QUE IMPORTA!
Llevábamos toda la tarde trabajando en aquel proyecto urgente que debía estar preparado para primera hora de la mañana siguiente, apenas habíamos levantado la cabeza ni despegado los ojos de los documentos que teníamos esparcidos por la mesa desde hacía horas.
Cuando decidí que necesitaba descansar un poco y me incorporé para estirar las piernas, Juan me dijo que tenía hambre, ya eran casi las diez y aún nos faltaba bastante por hacer, así que comentamos aprovechar el parón para salir del despacho y cenar algo rápido en el bar de abajo, pero yo llevaba el mismo vestido apretado e incómodo desde las ocho de las mañana y hubiera matado por una ducha relajante.
Se me ocurrió la idea de ir a casa a darme esa duchita rápida, hacer un par de sándwiches y volver, aunque tal como lo pensaba lo descarté, se haría demasiado tarde y tampoco lo quería dejar a él solo haciendo el trabajo. Por lo visto había hecho la reflexión en voz alta porque me contestó que podía ir, que me esperaría allí y que no me preocupara. La idea me tentó mucho más al saber que estaba de acuerdo, y al pensar en la comodidad de mi casa decidí que si iba no sería capaz de volver, lo que me llevó a otra reflexión que también hice en voz alta: «¿Y por qué no recogemos todo esto y nos vamos los dos a mi casa, cenamos algo y continuamos hasta que lo terminemos? Así tú también podrías pasar por tu casa, coger algo de ropa y ducharte, seguro que después estaremos otra vez como nuevos y no nos costará mucho finiquitar esta pesadilla».
Lo comentamos durante un par de minutos y llegamos a la conclusión de que era la mejor opción, recogimos todo y salimos rápidamente de allí. Fue él quien cogió el coche, yo estaba demasiado cansada y me picaban los ojos, lo que me permitió relajarme un rato sentada en el asiento del copiloto mientras contemplaba cómo movía su mano con tanta suavidad en el cambio de marchas. En pocos minutos llegamos a su casa y mientras él subía a por algo de ropa más cómoda que ese traje, yo le esperé abajo dedicándome a pensar en el tiempo que hacía que nos conocíamos. Probablemente lleváramos cerca de tres años trabajando en el mismo despacho pero nunca juntos, Juan llevaba una serie de clientes y yo únicamente me dedicaba a agencias. Nos veíamos todos los días, nos saludamos siempre y hasta alguna vez habíamos coincidido en alguna cena o salidas que hacíamos frecuentemente, pero ahora me daba cuenta de que nunca había estado tanto tiempo con él, ni solos, ni tan cerca, que apenas sabía nada sobre su vida y que ni siquiera me había fijado en él como hombre y lo cierto es que empezaba a picar mi curiosidad. Deberíamos hablar más sobre nosotros, y con más razón si íbamos a trabajar juntos.
En cuanto llegamos le propuse que se duchara él primero mientras yo iba preparando una ensalada rápida y, si le parecía bien, algo de fiambre. Nada de perder tiempo cocinando, descansar un poco con la ducha y retomar el trabajo incluso mientras cenábamos.
Desde la cocina podía escuchar el ruido del agua al caer y me di cuenta de que había dejado la puerta entreabierta cuando empezó a hablar, decía que no estaba muy cómodo y que se sentía algo nervioso con el tema del proyecto. Me acerqué para cerrarla y sin querer vi su reflejo en el cristal cuando se estaba desnudando. Estaba de perfil lo que me permitió fisgonear y comprobar el impresionante tamaño de su miembro. Me asusté tanto que pensé que iba a gritar y que me pillaría; me alejé a toda prisa mientras él continuaba con la charla. Antes de que dejara de hablar ya aparecía de nuevo por la cocina vestido con un chándal y una camiseta de manga corta, un poco ajustada, que dejaba intuir un cuerpo nada musculoso. Pensé que no era ni muy guapo, ni muy alto, ni muy cachas, pero tenía la imagen de su polla grabada y no me la quitaba de la cabeza, jamás había visto nada parecido y eso que había visto unas cuantas, pero aquello debía rondar los veintitantos centímetros. Y eso que estaba en reposo. No quise pensar más y con un ¡Es mi turno! me dirigí al baño casi huyendo de él.
La verdad es que la ducha me sentó genial y con el pijama puesto ahora, me sentía realmente cómoda y con energía renovada para seguir trabajando, había conseguido controlar a mi cabeza y cada vez que me venía de nuevo la imagen la expulsaba rápidamente. Cuando fui a la cocina me sorprendió ver que había preparado en la mesa dos platos, la ensalada y todo el papeleo pendiente, se estaba tomando una cerveza y me ofrecía otra que agradecí, me disponía a cogerla cuando vi que sus ojos se quedaban fijos a la altura de mis tetas. ¡Joder! este pijama es demasiado fino y tan viejo que casi se transparenta, pensé, sin contar que el cambio de temperatura había hecho que mis pezones se pusieran duros. No puede evitar considerar que estábamos empatados, yo le había visto su gran verga y él estaba disfrutando de mis pechos, así que le sonreí y, acercando mi botellín al suyo, brindamos.
Nos volcamos otra vez en el trabajo aunque sin mucha concentración, él me lanzaba miraditas discretas de vez en cuando y yo, que podía haberme cambiado y no lo hice, mantenía mis pechos por encima de la mesa para ofrecerle una mejor visión. No paraba de rememorar una y otra vez su fantástico miembro imaginando cómo sería en plena erección. Solamente con ese pensamiento ya me sentía realmente excitada y creo que él también porque cuando se levantó para ir al baño el bulto de su chándal era más que evidente. Se sonrojó un poco al saberse pillado y yo le sonreí divertida. Le pregunté si quería otra cerveza para calmar los ánimos y aceptó con un «Sí, por favor» desde el baño.
Estaba de espaldas a la puerta buscando el abridor en el cajón y no lo oí entrar hasta que lo noté detrás de mí. Poniendo sus manos en mi cintura hizo un amago de besarme el cuello, supongo que para comprobar mi disponibilidad, y como no me moví empezó a subir sus manos por los costados hasta llegar a mis tetas. Las empezó a acariciar muy suavemente, haciendo movimientos circulares al mismo tiempo que las apretaba con firmeza, sus dedos pulgar e índice cogían mis pezones y me los retorcía como intentando sintonizar una vieja radio. Dejé salir un pequeño suspiro y él, con otro beso en el lóbulo de la oreja, se apoyó contra mí dejándome notar su duro pene en mi culo, me apretaba con él y noté cómo me iba humedeciendo cada vez más.
Una de sus manos empezó a bajar lentamente y se coló por el pantalón de mi pijama hasta mi entrepierna. Enseguida se dio cuenta de lo mojada que estaba soltando un mmm largo y profundo, y al mismo tiempo que encontró mi clítoris me pellizcó el pezón que tenía en la otra mano tan fuerte que di un salto. Me estaba volviendo loca con las manos, era increíble cómo me acariciaba las tetas, alternando de una a la otra, al mismo tiempo que me hundía el clítoris como si fuera un botoncito. Con un solo dedo me estaba haciendo sentir en la gloria, lo frotaba despacio pero con cadencia, ahora lo hundía otra vez y después lo acariciaba recorriendo su contorno para volver a frotarlo rápidamente. Me temblaban las piernas de puro placer e instintivamente empecé a mover las caderas, quería notar más su polla, estaba realmente cachonda y sentí unas irrefrenables ganas de que me follara allí mismo, de pie y desde atrás.
Quise decírselo pero de mi boca únicamente salió una especie de sonido gutural más parecido al de un simio en celo que a mi voz, pero fue suficiente para que lo entendiera, sacó su mano de mi pantalón dejando caer un torrente de líquido viscoso que chorreaba por mis piernas y se la metió en la boca, que seguía pegada a mi oreja soltando pequeños gemiditos, para lamer sus dedos muy lentamente y ofrecérmelos a mí que también los chupé uno a uno, lentamente, alternándolos de su boca a la mía. Fue él el que habló.
Hay algo que debo decirte antes de continuar, me dijo susurrando.
Tampoco ahora fui capaz de contestar pero paró en seco y me dio la vuelta poniéndome frente a él. Se bajó un poco el pantalón desde la cintura y su enorme pollón salió disparado como un resorte golpeándole en el vientre y rebotando en el aire hasta quedar definitivamente parado mirando al techo.
Mi cara de sorpresa no le desconcertó, supongo que estaría acostumbrado a ver así a todas las mujeres con las que se acostaba, así que dibujando una pequeña sonrisa en su cara me preguntó si prefería la cama o el sofá, a lo que yo contesté rápidamente que me daba igual. Nos dirigimos al sofá que se encontraba a pocos metros y me tumbó. Yo estaba un poco asustada y le dije que eso no me iba a caber, a lo que él contestó que sabía muy bien lo que tenía entre las piernas y que lo haría muy despacio, metiendo solo la puntita y que poco a poco, según mi vagina se fuera acostumbrando, iría intentando un poco más.
Y así lo hizo. Cuando solamente me había metido la punta se me escapó un grito de placer que retumbó en todo el salón, creí que me desmayaba. Me sentía completamente llena con esa pequeña porción dentro de mí, pero él siguió empujando poco a poco y yo no podía parar de retorcerme entre el dolor y el placer. Una vez tuvo controlada la situación se concentró en el resto de mi cuerpo y volvió a utilizar sus suaves manos, una estrujándome las tetas y la otra frotándome el clítoris sin dejar de mover su culo empujando hacia dentro.
Me estaba penetrando con mucho cuidado y tacto, pero con firmeza en sus embestidas. Tardé un poco en cogerle el ritmo y, con sus huevos ya pegando en mi culo, empezamos a movernos acompasadamente entre gritos y gemidos durante unos minutos, entrando y saliendo de mí con aquel largo recorrido, justo lo que aguanté antes de tener el orgasmo más dulce y más intenso que había tenido nunca. Al borde del delirio por verme así, sacó su pene para correrse él también sobre mi vientre, pero como era tan grande y me llegaba hasta las tetas, la leche que salió disparada me salpicó por todo el pecho y la cara, lo que nos produjo una gran carcajada extasiada que se mezcló con unas lágrimas que brotaban de mis ojos no sé muy bien por qué. Habíamos acabado a la vez, riendo, llorando y gozando como locos.
En cuanto se nos pasó un poco me levanté para lavarme y coger las cervezas, tenía la boca seca y la garganta dolorida de tanto gritar. Él seguía sentado, con una gran sonrisa, cuando le di la cerveza, jugueteaba con su polla empujándola hacia abajo desde la punta y dejándola rebotar sobre su barriga tapándole el ombligo. Me pareció tan cómico como excitante y después de dar un buen trago de cerveza, me puse de rodillas a su lado y me incliné, era como si me estuviera llamando, me la intenté meter en la boca pero solo me cabía el capullo y un poco más, así que se la cogí con ambas manos y empecé a chupársela con avidez al mismo tiempo que mis manos la recorrían de abajo arriba. Él se acomodó un poco para tener mejor acceso y con su mano por detrás de mi culo, empezó a masturbarme al mismo tiempo. Primero me introdujo un dedo, enseguida el segundo y mientras yo me aceleraba con mis movimientos y nos volvíamos a poner cachondos otra vez, me metió el tercero y el cuarto, mientras que con su pulgar me acariciaba el ano. Con mi boca completamente llena por su polla no podía gritar del placer que me estaba dando y el aire se escapaba por mi nariz con un sonido muy poco sensual y mi respiración era cada vez más rápida, al igual que la suya. Estuvimos así un rato, yo lamiéndole, metiéndome en la boca hasta donde llegaba y recorriendo con mi lengua y mis manos su enorme verga para volver a metérmela a la boca y continuar solo con las manos. Hasta que ya no pude más y exploté sacándomela de la boca para liberar con un grito mi éxtasis y explotando al mismo tiempo que él, que esta vez sí atinó a correrse sobre su pecho mientras que a mí me seguía corriendo por las piernas el caldo de mi vagina, fue como quitar el tapón de una botella, no paraba de segregar más y más.
Ya un poco más relajados y después de dar otro trago, me sentó a horcajadas encima de él y comenzamos a besarnos. Nuestras lenguas pugnaban por enredarse con la del otro, en hacerse con el hueco de la otra recorriendo cada rincón de nuestras bocas y pronto nuestra respiración volvió a agitarse.
Tendremos que parar y acabar el trabajo, le dije separándome un poco de él. Deberíamos, contestó él apretando más mi culo contra su sexo, otra duchita y nos ponemos, concluyó.
Esta vez nos duchamos juntos, nos vestimos y continuamos trabajando sin mirarnos y hablando solo de trabajo hasta que dos horas más tarde acabamos. Ya eran casi las tres de la mañana y le propuse que se quedara a dormir para aprovechar más el tiempo que nos quedaba para descansar, a lo que él aceptó con una gran sonrisa pícara pasándose una mano por el paquete.
Un movimiento que en cualquier otro momento me hubiera parecido más bien obsceno, en ese instante me pareció altamente erótico, así que con el trabajo terminado y recogido, me levanté de mi silla, me quité el pantalón y la camiseta, y me senté otra vez a horcajadas encima de él. Notar su durísima polla debajo del pantalón fue suficiente para volver a lubricarme en un segundo, su boca chupándome los pechos y su mano apretando mi culo contra él, hicieron el resto. Me incorporé un poco y dejé escapar su polla de la jaula del chándal, me coloqué en posición y empecé a bajar poco a poco, llenándome otra vez por completo, al estar yo encima podía tener los pies en el suelo e ir bajando centímetro a centímetro, controlando la penetración dolorosa hasta que sus huevos volvieron a tocar mi culo y volvieron los movimientos, los gritos, la rítmica y acelerada respiración, y el placer incontenible e irreconocible dieron paso a otro orgasmo épico.
Ahora, mientras contemplaba la imagen que me devolvía el espejo de mi habitación, iba recordando cada uno de las palabras que esa misma mañana me había susurrado al despertar: «Quiero estar siempre contigo» me había dicho antes de meterse de nuevo en el baño para arreglarse e ir al trabajo.
Psique