Relato erótico
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ENTRE COPAS
No me puedo creer que esté nervioso. Acabo de salir de la ducha y el sudor ya vuelve a correr por mi cuerpo sin ningún control, las palmas de las manos se me humedecen y apenas me puedo vestir. ¡Es increíble!
Siempre han dicho de mí que tengo la viva estampa de lo que se llama un chico malo, pero yo no lo creo, la verdad. Es cierto que suelo lucir un look bastante desaliñado: barba de un par de días pero cuidada, pelo corto y despeinado, cazadora de piel y vaqueros… nada que no lleve la mayoría de chicos de hoy en día. Prueba de que no soy un chico malo es, justamente, este instante de nervios que estoy viviendo por el hecho de quedar con una preciosidad. Pero bueno, os cuento desde el principio para que os hagáis una idea.
Esta mañana no ha sido la primera vez que la veía y desde el principio me había atraído, no como para pensar en ella cuando estaba solo, pero lo suficiente como para no poder dejar de mirarla cuando me la cruzaba. Siempre he pensado que debe trabajar cerca de mi casa porque continuamente me la encuentro en un bar que hay justo al lado del portal y el que visito más de lo que me gustaría. El caso es que con el paso de los días empezamos a saludarnos y más tarde a hacernos pequeños comentarios sobre el tiempo y poca cosa más. Hasta hoy, que el insulso saludo habitual ha ido un poco más lejos y nos hemos extendido bastante en la conversación. Estábamos tan relajados que cuando se tuvo que marchar decidimos continuar con la charla en este mismo bar y esta misma noche.
He decidido tomarme un gin tonic antes de salir de casa y parece que ha surtido efecto porque he conseguido relajarme un poco y he podido acabar de vestirme y arreglarme. A pesar de que he sido muy puntual, ella ya estaba allí cuando he llegado. Esto me indica que también está ansiosa por saber cómo va a ser este encuentro. Yo me siento todo un caballero y lo asocio a que quizá haya sido el arma que mi mente ha elegido para no volver a estar nervioso; le doy dos besos suaves en la mejilla y le sujeto la silla cuando se sienta después de habernos saludado. La conversación la ha empezado ella y ha surgido tan natural que es como si nos conociéramos de toda la vida. Nos vamos poniendo al día de nuestras respectivas tareas laborales, gustos musicales y artísticos, y no sé en qué momento decido hacerme el graciosillo. La verdad es que estoy sembrado y se me van ocurriendo un montón de chorradas de buen gusto que le hacen reír sin parar. Eso y que vamos por la segunda botella de vino por lo que se hace todo todavía más fácil. Es una cita extraña, vamos, si a esto se le puede llamar cita.
Cuando ha estallado en una gran carcajada he notado con sorpresa una leve erección y me he dado cuenta de que mi subconsciente ha estado observándola con meticulosidad y ha llegado a la conclusión de que es más que follable.
Pese a su insistencia de pagar a medias, me he hecho cargo de la cuenta pero he tenido que aceptar la condición de que las copas las pagaría ella. Eso quiere decir que hay copas. Bien. Además tiene clase, ha sabido dejarlo claro sin tener que decirlo.
Le he propuesto ir al pub que hay al otro lado de la calle para no tener que alejarnos mucho y que no se enfriara el momento, pero mientras estábamos sentados en la barra me ha parecido percibir que ella empezaba a parecer incómoda. Lo mismo debería hacer algo o va a pensar que no me gusta, y no es cierto, me gusta muchísimo. Los nervios han quedado con los restos del postre, ahora me siento seguro de mí mismo y me apetece jugar, el momento caballeresco se transforma en momento chico malo. Ahora sí. La observo cómo se inclina hacia mí, cómo se mueve con sugerencia y cómo se me acerca más de lo socialmente establecido para hablarme por encima de la música. Parece ansiosa y la pongo más nerviosa al dejar caer mi mano sobre su pierna al recuperarme de una carcajada. Ella no se lo esperaba y ha dado un pequeño respingo, sonriéndome de nuevo. Cuanto menos tocas a una mujer, más quiere ella que lo hagas, esa es mi teoría y es la que he aplicado mientras jugueteaba con ella; breves acercamientos para luego alejarme de nuevo.
Segunda copa. Se disculpa para ir al baño y a su vuelta me da la impresión de que su falda es más corta y su escote más largo. Será mi imaginación, probablemente, pero vuelvo a notar otra vez esa erección que me empieza a traicionar. Su sonrisa al percibirlo no me ayuda mucho y ahora soy yo el que se excusa para ir al baño. Bufff.
Cuando vuelvo ella ya ha pagado las copas y se está poniendo el abrigo con sus sugerentes movimientos al mismo tiempo que me pregunta dónde vamos ahora. No he tenido otra opción, así que, obviamente, le he preguntado si quería subir a casa a tomarse la última. Por su expresión, su pequeño suspiro y su rápida contestación afirmativa, he deducido que mi propuesta ha sido un alivio para ella. Está loca porque la bese.
Y todo llega. Estando en el ascensor le he obsequiado con un breve beso que ella hubiera deseado que durara más, pero me apetecía seguir jugando y, con un movimiento que parecía casual, he bajado mi mano que mantenía en su nuca, rozando su pecho y haciéndola sonreír maliciosamente. Una vez dentro hemos seguido igual, con breves besos, pequeñas sonrisas y roces por encima de la ropa.
Enciendo el iPod en el salón, la dejo en el sofá y me voy a la cocina a preparar las copas. Necesito otra si no quiero tirarme ahora mismo encima de ella y follármela como un loco. Me sigue a la cocina y me pregunta si estoy bien mientras yo sigo con el ritual de preparar lentamente los gin tonics, me dice que parezco muy inaccesible y se cuela delante de mí, entre mis manos y el banco de la cocina. Le sonrío y le doy su copa. Brindamos, bebo un largo trago y la cojo de la mano para llevarla a mi habitación.
Ella se tumba directamente en la cama con ese aire de diosa que tiene, y yo he hecho lo mismo poniéndome a su lado. No sé el tiempo que he pasado tocándola por todas partes pero sin quitarle una sola prenda, hasta el abrigo seguía en su sitio.
La oigo respirar, está muy excitada y ha empezado a desnudarse con rapidez, completamente, lo que me ha permitido visionar su cuerpo provocando una gran erección no deseada. En ese momento solo pienso en hacerla volar así que la he arrastrado hasta el borde de la cama tirando de sus pies y me he arrodillado en la alfombra buscando con mi lengua el interior de sus muslos. Mis dedos, que se han colado suavemente en su interior, han empezado a acariciarla; está muy mojada y me vuelve loco. Con las yemas hacía arriba he buscado sus paredes vaginales y su reacción ha sido la esperada, ha empezado a respirar más y más fuerte dejando escapar pequeños gemidos.
Me encanta verla así, está excitadísima y yo lo estoy disfrutando casi tanto como ella así que sigo presionando con suavidad pero con firmeza esa zona, tirando hacia arriba, como si mis dedos quisieran atravesar la parte baja de su ombligo desde el interior, entrando y saliendo hasta que se humedecen de tal forma que tengo que cambiarlos. Me cabría la mano entera en este momento y ella disfruta tanto que no puedo esperar a jugar con su clítoris.
Mi polla está tan dura que necesito desabrochar mis pantalones. Verla así provoca que esté a punto de reventar. Mi lengua recorre sus labios intentando no chocar con mis dedos que juegan en la parte superior con su clítoris, apretándolo, girándolo, lamiéndolo a veces y mordiéndolo suavemente otras.
Me pide que la folle, que está a punto de tener un orgasmo, jadea y apenas puede hablar, y yo le digo que no con la cabeza. Con el movimiento de la negativa he notado cómo un torrente caliente me inundaba gran parte de la cara y sus jadeos han dejado paso al sonido de una respiración prolongada. Acaba de tener su primer orgasmo.
Para intentar serenarla un poco me subo a la cama, la abrazo y la beso, pero mis manos no pueden estar quietas y la acaricio de nuevo. Surte efecto, no han pasado ni dos minutos y otra vez se le está acelerando la respiración, y otra vez mi polla me vuelve a presionar. Me quito los pantalones bajo su atenta mirada y acerco el mástil a su cuerpo esperando que la coja o que ahora sea ella la que me haga el trabajo con su boca, ¡pero no!, se ha girado ofreciéndome su culo, se ha puesto a cuatro patas invitándome a penetrarla por donde mejor me parezca y eso ha sido el colmo.
Poniéndome detrás de ella me la he follado como un poseso. Tanto hacerme el duro ha conseguido ponérmela tan dura que apenas pienso en cómo se siente ella, solo pienso en atravesarla, en romperme dentro de su agradecido coño. La tía está que se sale, también quiere disfrutar y apenas me permite moverme por lo que la he tenido que empujar hacia abajo y, tumbándola completamente en la cama, le he dado tales embestidas que sus gemidos, ahogados ahora por la colcha que cubre la cama, recorren la habitación con un grito fantasmagórico.
Pero esto no va a quedar ahí, ¿quieres disfrutar? Pues vas a hacerlo guapa, pienso mientras salgo de ella y la giro dejando sus tetas al alcance de mi boca. Vas a recordarme el resto de tus días, le digo mientras le muerdo los duros pezones que me señalan. Poniendo sus piernas sobre mis hombros para levantarle un poco el culo y anularle su punto de apoyo, la vuelvo a penetrar con fuerza. Entro y salgo, ella grita, yo la embisto, ella está a punto de tener otro orgasmo y yo la ayudo incrementando la potencia y acelerando el ritmo. También exploto justo en el momento que la sacaba regándole el vientre y los pechos. Segundo orgasmo le digo antes de preguntarle si seguía pensando que era inaccesible. No contesta, tiene las fuerzas justas para recuperar la respiración. Aprovecho para ir a la cocina a por las copas. Tengo la boca seca.
Al volver a entrar en la habitación la escena que presencio me trastorna notablemente, ella se encuentra tal y como la he dejado, pero desde esta perspectiva tengo un primer plano de sus piernas abiertas y en el centro la semilla del placer. Estoy que voy a reventar otra vez, aun así decido quedarme apoyado en el marco de la puerta, contemplándola. Ella me mira sabiéndose deseada y empieza a acariciarse lentamente. Se frota con delicadeza, con un solo dedo, jugando con su clítoris y pasando a su vagina para hacerlo desaparecer durante un instante antes de volver a salir y dirigirse a ese botón mágico que le hace retorcerse en mi cama. Otro trago, mi boca cada vez más seca y mi polla cada vez más dura. Allí me mantengo y así sigue ella, se gusta, sabe que me gusta y le duplica el placer, acelera su cadencia, cambia el ritmo, se arquea, se retuerce los pezones con la otra mano, gime, grita, me mira a los ojos sonriendo, me mira la polla abriendo la boca, lanza otro gritito. Y se corre de nuevo. Tercer orgasmo.
Ella no deja de sonreírme. Hace un buen rato que no pronuncia una palabra por lo que cuando decide hablar, de su garganta sale una especie de quejido. ¡Joder! me repite y rompe en una carcajada a medio camino entre el llanto y la risa, las lágrimas brotan de sus ojos y una risa histérica envuelve la habitación y yo voy hacía la cama, empalmadísimo, babeando y con su copa en la mano.
Ni un minuto habría pasado cuando se ha reincorporado y ha pegado un trago largo y luego otro más corto, aguantando el líquido en su boca y dejándomelo caer gota a gota sobre mi endurecido miembro. La sensación de frío me ha gustado mucho aunque me ha gustado mucho más cuando ha empezado a recoger con su lengua cada gotita que corría hacia abajo para impedir que cayera en la cama hasta que no ha quedado ni una sola y mi polla ha quedado completamente oculta en su boca. Dos chupadas aceleradas y se me ha subido a horcajadas, es algo memorable cómo se mueve esta mujer. Me succiona con su vagina, aprieta sus caderas, sale, entra y hace lo que le da la gana conmigo mientras yo me quedo quieto, dejándome llevar por ella y dejándole hacer. Acelera el ritmo y alterna sus movimientos de atrás adelante y de arriba abajo hasta que queda agotada y se inclina hacia mí, recoge mis manos y me inmoviliza cruzándolas sobre mi cabeza dejando al alcance de mi boca sus duros pezones que no puedo dejar de chupar. Sigue gimiendo y ahoga sus gritos en la almohada mientras yo empujo hacia arriba y ella, completamente tumbada encima, se refriega el clítoris contra mí sin dejar de moverse. Me vuelve loco y suelto todo lo que tengo dentro de ella al mismo tiempo que el grito que me avisa de su cuarto orgasmo ensordece mi oído interno durante un instante.
Descanso, ¡otra copa por favor!
Esta vez es ella la que las prepara mientras yo la espero en la cama. Está completamente desnuda y no parece importarle pasearse así por la casa, ni parece darse cuenta de lo que me sigue provocando a estas alturas de la noche. Cierro los ojos, tengo que dejar de mirarla. Los dos estamos sedientos y, en cuanto vuelve con las copas, los dos las apuramos de un trago.
No hay tregua, mi polla no se relaja. Ella sonríe, tampoco deja de chorrear. Sin darme tiempo a dejar la copa sobre la mesilla, se coloca de rodillas entre mis piernas y empieza a lamerme con suavidad. Creo que es la mejor mamada que me han hecho en mi vida. Me la chupó con tanta maestría que me he corrido dos veces también. No esperó ni a que me recuperara del primero, y con la boca todavía llena, ha seguido chupándomela mientras se iba tragando todo lo que salió de mí. Me la ha vuelto a poner durísima y he empalmado dos orgasmos igual que había hecho ella durante toda la noche.
Una noche épica, sí.
Afrodita